21.5.10


IV

Escribo todo lo que siento por el mundo en una hoja,
con tanta precisión que te haría llorar. Lo dejo sobre la mesa y te espero.
Cuando llegás apoyás las bolsas del supermercado en el piso
y te acostás sobre la mesa sobre la hoja: ¡justo lo que quería!
Después te toca a vos, y cuando está listo me lo leés. Eso
me molesta, claro, así que esa noche pongo tu hoja en la cama y
me acuesto al lado, desde esa perspectiva
se hace imposible leerla
pero mucho más fácil olerla:
sí, así fue como adiviné qué íbamos a cenar.


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